He leído este libro por casualidad, atraído en principio por la frase inicial que también sirve para promocionar la obra:
“Nada importa. Hace mucho que lo sé. Así que no merece la pena hacer nada. Eso acabo de descubrirlo”
El adolescente que fui se reconoció rápidamente en semejante radicalismo. Y aunque la obra no está destinada exclusivamente a un público adolescente, sí son adolescentes los protagonistas de la historia.
Todo va sobre un grupo de jóvenes, compañeros de aula, que tratan de convencer al responsable de la mencionada frase de que está equivocado, que la vida tiene sentido. Digamos, por tanto, que la obra tiene una pretensión muy filosófica. Y aunque el libro tiene sólo 160 páginas, uno tarda en engancharse, no se cree lo que está leyendo. Pero de repente el libro logra asquearnos, espeluzna y ahí ya estamos atrapados (puede que gracias al morbo). Así que esa falta de verosimilitud no sea seguramente un inconveniente para su autora, que busca, más bien, iniciar un debate entre los lectores, mover hacia la reflexión y dejarles, eso seguro, con un regusto bastante amargo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario